APRENDIENDO A ALIMENTARSE CONOCERSE A SI MISMO NADA EN EXCESO

La Música que Cura

Milford Graves, un conocido artista de jazz, inventó programas de computación que permiten analizar los ritmos del corazón y beneficiar a personas con males cardíacos. Una visión holística que la medicina mira (y escucha) con atención.



Alrededor de las viviendas de South Jamaica, en Queens, Nueva York, unos jóvenes con perros custodian las esquinas, y la música de rap aúlla desde los estéreos de los autos. Pero una casa en la avenida 110 parece desafiar el duro y descarnado aspecto del entorno: su dueño, Milford Graves, ha cubierto el frente con un ornamentado mosaico de piedras, metal reflectante y grandes trozos de mármol de descarte, todo dispuesto en un diseño alegre. El patio trasero es un lozano jardín, colmado de exóticos árboles frutales, hierbas y plantas. Graves, de 63 años, un percusionista de jazz que se destacó en la década de 1960 junto a músicos de vanguardia, como Albert Ayler, Paul Bley y Sonny Sharrock, ahora sólo toca en público ocasionalmente. Se pasa la mitad de la semana enseñando a curar con la música. Pasa, además, gran parte del resto de la semana en su sótano, investi- gando la relación entre la música y el corazón humano.

Tras descender por la escalera que conduce a su laboratorio, los visitantes se encuentran con una colección de tambores, procedentes de todo el mundo, que rodean una serie de computadoras en red. Los ídolos africanos de madera, llenos de clavos, se codean con modelos anatómicos. Entre un vasto surtido de hierbas, raíces y extractos de plantas se yergue un viejo asiento reclinable de madera, equipado con cuatro estetoscopios electrónicos conectados a las computadoras, cuyos monitores registran intrincados electrocardiogramas.

En 1967, Graves fue honrado en una encuesta realizada a los críticos en la revista Down Beat como el nuevo talento del año. Tuvo ofertas muy lucrativas de artistas tales como Miles Davis y la cantante sudafricana Miriam Makeba.

Pero después empezó a estudiar las técnicas de curación holística, y quedó fascinado con el efecto de la música sobre las funciones fisiológicas.

"Las personas enfermas que asistían a mis interpretaciones me decían que luego se sentían mejor", explica el músico. Como sentía curiosidad por el latido del corazón como fuente primordial del ritmo, compró un estetoscopio electrónico y empezó a registrar sus latidos y los de otros músicos. "Quería ver qué clase de música hacía mi corazón", dice.

En su sótano, convirtió los latidos a un registro más alto y luego los examinó pormenorizadamente. Detrás del latido binario básico (tuntún, tuntún) escuchó otros ritmos más espontáneos –pautas más complejas con intervalos menos regulares–, semejantes a los que produciría un percusionista que empleara sus cuatro miembros de manera independiente.

"Era muy semejante al free jazz –explica Graves–. Había ritmos que yo sólo había escuchado antes en la música cubana y en la nigeriana."

Graves creó programas de computación para analizar los ritmos y tonos del corazón, causados por los movimientos musculares y valvulares. Los tonos corresponden a notas de la escala musical occidental. Si se los eleva varias octavas, los sonidos cardíacos se vuelven melódicos.

"Cuando me conecté con las cuatro cámaras del corazón, el resultado sonaba como una armonía con cuatro partes", acota el músico.

"Empezó a componer con esos sonidos, tanto transcribiendo melodías de los latidos del corazón como empleando fragmentos grabados. También advirtió que podía ayudar a detectar problemas cardíacos, y tal vez incluso curarlos.

"Un corazón sano tiene paredes fuertes, flexibles, de modo que usualmente el sonido fluye bien –afirma–. Uno lo escucha y piensa que es muy vivaz. Pero un corazón enfermo tiene músculos rígidos y frágiles. Ofrecen menos resistencia, y los sonidos resultantes son hasta tres octavas más agudas de lo normal. Así que se pueden localizar problemas por la melodía."

Qué dicen los médicos

En 2000, Graves recibió un subsidio de la Fundación ­John Simon Guggenheim que le permitió comprar equipos esenciales.

El doctor Baruch Krauss, que es profesor de Pediatría en la Universidad de Harvard y trabaja en el Boston Children’s Hospital, dijo que la medicina sólo ha empezado a apreciar recientemente las complejidades rítmicas y tonales del latido del corazón, y a hablar de ellas en términos de síncopas y polirritmos.

"Graves es como un hombre del Renacimiento, hoy", afirma Krauss, que estudió acupun-tura con el músico y sigue atentamente su investigación.

"Cuando uno lo ve con su equipo en un sótano de Queens se pregunta cómo puede salir algo bueno. Pero Graves es un verdadero innovador en el tema. Aporta lo que los médicos no pueden, porque enfoca el tema como músico.

"Para escuchar si una melodía suena bien o no, es necesario apreciarla como artista, no como médico –aclara Graves–. Es imposible escuchar un sonido musical si se carece de capacidad para ello."

El músico alega que puede ayudar a corregir un latido defectuoso por medio del biofeed­back. Crea algo que ha denominado "latido corregido", usando una fórmula algorítmica o por los métodos tradicionales de composición, y luego se lo infunde al paciente, cuyo corazón es entrenado de ese modo para adoptar el latido saludable. El paciente puede escuchar una grabación del latido corregido o puede recibirlo de manera más directa por medio de un parlante que hace vibrar una aguja insertada en uno de los puntos especiales para acupuntura.

"Y si no quieren nada de eso –agrega Graves–, puedo darles un CD."

Un chamán del siglo XX

La semana pasada, Dennis Thomas, de 49 años, visitó a Graves quejándose de una severa congestión en el pecho. Thomas dijo que su médico le había diagnosticado asma bronquial y le había dado medicación que no había resultado efectiva.

Graves le dijo que el problema podía estar relacionado con el corazón y registró sus latidos. Con la ayuda de un programa de computación, Graves manipuló el ritmo y luego intentó estimular el corazón de Thomas con el latido "corregido", tanto por medio de un parlante como a través de un cable insertado en un punto de la muñeca del paciente.

"Le administré un tratamiento doble", explicó el músico. Al cabo de diez minutos, el pulso de Thomas había aumentado diez latidos por minuto, según los datos proporcionados en uno de los monitores.

Thomas, un conductor de colectivos de Jamaica, que estudió artes marciales junto con Graves, dijo que más tarde experimentó una considerable mejoría.

"Empecé a respirar con mayor facilidad y me sentí más distendido", afirma.

Además de su trabajo médico, Graves analiza los latidos de sus estudiantes de música, con la intención de ayudarlos a interpretar una música más profunda y más personal. La idea, según dice, es descubrir cuáles son los ritmos y los tonos que prevalecen en cada uno, e incorporarlos en sus interpretaciones musicales.

El compositor y saxofonista John Zorn definió a Graves como "un chamán del siglo XX. Ha llevado la percusión tan lejos que ya no tiene adónde ir; por eso ahora va a la fuente, su corazón", dijo Zorn.

Y agregó: "Esta cultura no está preparada para apreciar a alguien como Milford Graves. En Corea lo considerarían un tesoro nacional. Aquí es tan sólo un tipo raro que vive en Queens".



Por C. Kilgannon (The New York Times/LA NACION )
(Traducción: Mirta Rosenberg)


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